Si los sentimientos ocuparan espacio, el amor no hubiese entrado en el auditorio de la universidad ORT durante la presentación de la beca en memoria a la Licenciada Sandra Lev Asaravicius, fallecida en noviembre de 2015.
Familiares, amigos, colegas y autoridades de la universidad se congregaron para recordarla y conocer a Elisa Vanoli, la becaria 2017.
“En la tradición judía, una de las cosas que siempre se nos inculca es que luego que una persona fallece debemos mantener vivo su recuerdo a través de buenas obras. Nosotros quisimos hacer algo que pensamos ella hubiese querido hacer: ayudar a otros a cumplir sus sueño como ella cumplió el suyo”, explicó Eli Aljanati, ex esposo de Sandra.
Y en ese mismo sentido, Enrique Remuñán, secretario de Servicios a Estudiantes de la ORT se mostró admirado y feliz: “La familia de Sandra logró convertir el dolor en un puñado de alegría y de oportunidades, hace permanente la generosidad de Sandra en algo posible y concreto”.
En este año lectivo, se concreta la segunda edición de esta beca que cubre el 50% de la cuota de la carrera Ingeniería en Biotecnología durante los cinco años del plan de estudios, pero también apoya al becario en otros planos, como el afectivo. Familiares y amigos de Sandra conforman para los becarios una nueva familia con la que contar (con grupo de Facebook incluido), personas dispuestas a darles una mano y sobre todo estar presentes, charlar cuando lo necesitan, acompañarlos cuando estén solos.
Y esto hace a la beca aún más valiosa, en especial para Elisa, que se acaba de mudar desde Melo, y Mathías Meyer, el becario 2016 que llegó a Montevideo desde Paysandú hace apenas un año y algunos meses. Ambos se instalaron en la capital a muchos kilómetros de sus familias pero decididos a perseguir sus sueños, con el afán de progresar, adquirir conocimientos y volcarlos en cosas positivas para la comunidad. Elisa y Mathias, que a partir de ahora también serán un equipo, comparten las mismas ganas y el mismo amor que Sandra sintió por la ciencia.
Sandra se recibió de bioquímica en la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, hizo algunos cursos en el exterior y un posgrado en Uruguay. Poco después de su primer trasplante en 2003 tuvo que alejarse del laboratorio por estar inmunosuprimida, pero más allá de las dificultades vivió y recordó esa etapa de trabajo con mucha alegría.
Su familia asegura que una de las cosas más importantes para Sandra era el saber, en especial el vinculado a las ciencias biológicas. Eli la conoció en 1997 y recuerda sus esfuerzos para estudiar e imponerse ante las dificultades para dedicarse a la ciencia en Uruguay. Allí, la pasión, la fuerza y las ganas a pesar de todo se impusieron y cumplió su sueño.
Ganas y anhelos que también fueron protagonistas no solo en lo profesional, sino también en la vida personal donde mostró sus mejores dotes como esposa, madre, hija, hermana y amiga. En esos roles siempre fue el motor y sus allegados recuerdan que cuando decía que iba a hacer algo, indefectiblemente lo cumplía y cómo su fortaleza siempre los impulsó hacia delante.
“Ella quería siempre más, lo posible y lo imposible”, recordó su papá, Monis Lev. “Más allá del apoyo que les damos con la beca, hay un egoísmo nuestro de querer perpetuar el nombre de Sandra apoyando a otra gente, como ella siempre fue apoyada”, reflexionó.
Mucho más que una beca
31/Mar/2017
El País- por María Elena Triay